viernes, 1 de junio de 2012

Mascarón de memoria para la barca de Virgilio


por Edgar Saavedra

Dicen que a los muertos hay que matarlos bien. Y hoy, dispuestos en aquelarre oficiamos todos los presentes un velorio hiperbólico a quien ahora mismo, aunque polvo, es memoria vital: Virgilio Gómez, in memoriam.

Esta celebración, homenaje y atisbo de recuerdos pretende también darle una patada en el trasero a esa conciencia soporífera de las instituciones culturales de Oaxaca, aquellas que, más que administrar el arte como un ente dinámico y plural, les gusta ponerle la identificación de los genitales a los eventos artísticos. En el fondo y trasfondo no es más que una incitación despectiva de raritos mecanismos. Signo de los tiempos.

Pero volvamos. Los imaginarios colectivos pertenecen a la categoría de imaginarios colectivos. Luego, hay gente que se dedica con tesón y pasión a desgranar todas esas vainas de los conceptos e ideas que abrevan de la intrincada psicología social de hoy. Digo esto porque no ha sido la causalidad o inercia de las masas o la memoria colectiva quien nos ha conducido a este corolario de recuerdos y evocaciones sobre esa sombra que pasa: Virgilio Gómez. Se trata de un muy humano y humilde homenaje a Virgilio por parte de sus hermanos y amigos.

Una de las pocas noticias que se habría dado sobre su muerte en Oaxaca rompía con estas palabras: «O falta memoria o sobra indiferencia». Y al final el texto lanzaba este dardo irrompible: «Ha muerto Virgilio Gómez». El 31 de enero de 2006 (aquel año de las pírricas batallas cuando le agarramos las orejas al perro) moría en plena soledad limeña el artista oaxaqueño Virgilio Gómez. Hoy, durante esta exhumación poética, está cumpliendo 76 años.

No pretendo disertar sobre lo que –artísticamente hablando- nació y murió con Virgilio Gómez. De lo único que estoy absolutamente convencido es que, lo que nació y murió con Virgilio Gómez, fue Virgilio Gómez. Por eso mismo, todo lo que diga e intente pensar sobre su obra, está sujeto a reclamaciones, reveses y otras ámpulas.

Su pintura, ese legado que suele ser lo mejor del cuento, ha pasado de noche en la noche de los desmemoriados. Y sin embargo, nada le quita el valor de haber hecho lo que hizo: pintar lo que le vino en gana, pintar como quien ejerce un oficio de traslación entre lo que le absorbe intelectualmente y lo que le inquieta hasta la muerte. Pintar con soberana libertad, pero con mesura y estoico dominio, como quien hunde un cuchillo en la propia sangre sin alardear ni acobardarse. O dígame alguno de ustedes: ¿Qué quiso decir Virgilio en los años 60´s con aquellos trazos sobre las aguas del abstraccionismo y el figurativismo abstracto? Hace medio siglo nadie puedo haber pensado en las idolatrías instantáneas e hijos sietemesinos de la pintura actual y toda la lambisconería de las marchantas contemporáneas. Se sabe que el camino lo iluminó Tamayo, Nieto, Morales, algún otro. Y que dentro de nuestra isla paria de la de fantasía, del wash and wear, hay que saber usar y tirar con nuestros ojos diariamente.

Pintar lo que le vino en gana. En gana social primero; después, como sensible receptor de los movimientos europeos de la posguerra (y poco después, de la guerra fría) generados o continuados por artistas... en la máxima expresión de la palabra. Aquellos que, víctimas noveles o recurrentes de la guerra, indagaron hasta el fin las posibilidades del arte en el «siglo del diablo». El figurativismo fue una trinchera en la que Virgilio danzó por muchas horas. Un figurativismo curado con todos los argumentos posibles, desde políticos, históricos, técnicos o sencillamente expresado bajo las horas en que uno se amarra junto al «potro del alcohol». Intuición y desacato se hallaron siempre como constantes en la personalidad de este pintor, pero jamás, impostura o el tizne de la mala imitación.

Me atrevo a pensar que en realidad, la de Virgilio fue una pintura de una suavidad extrema, siempre con el soplo de la parsimonia y elgancia de quien posee una conceptualización estética en su justa dimensión. Nada de encajar nervaduras truculentas. Nada de giros ridículos o seudo vanguardistas en su pintura. Nada de vender cuchibrujas o manchones pintorescos o geniales estarcidos revolucionarios que terminan al final de la jornada domesticados en un museo o en una tienda de souvenirs. Los colores que identifican su obra no provienen tampoco de las imágenes a libro abierto que son rutina y talismán en los talleres de los novísimos estafadores de la pintura de hoy que el tiempo se tragará en un santiamén (ahora son la biblioteca del IAGO, algunas galerías del Centro Histórico e Internet, la triada mitificadora que están pariendo a los nuevos pintores oaxaqueños, esa reciente hojarasca que se pasea drogada e impertérrita por «la noche verdinegra de Oaxaca»).

Las pinturas de Virgilio, sobretodo los trabajos que realizó a mitad y al final de su vida, provienen de muchas horas invertidas en la reflexión existencial y de aquellas lecturas puntuales de los pensadores y hacedores de arte del siglo XX y las postrimerías de su siglo antecesor. Sus aguadas, entre los figurativo y la abstracción, fueron predominando gradualmente hasta el fin del artista. Sin embargo, en algún momento de su vida --allá en Lima--, lanzó a la vista ejercicios de una abstracción radical. Por supuesto, eso no sonaba a impostura hace casi 30 años. Tampoco es algo que no se estuviera haciendo o hubiera realizado ya en algunos lugares de América y, con mucha más razón, en Europa. Virgilio se involucró en esas parcelas no por ser un seguidor del mercado y su pulular de místicos gusanitos, más bien, fueron convicciones de su oficio real y verdadero. Y, aunque no es ley, su pobreza misma habla de las sentencias de lo genuino.

Antes de emigrar y auto exiliarse en Perú (nunca supimos si fue Sendero Luminoso quien lo atrajo), Virgilo perteneció a esa cofradía que por lo visto nadie está dispuesto a quitarle la bruma, el llamado Grupo de los 5: Liborio Navarrete, Filiberto Heredia, Sergio Rodríguez, Teodoro Velasco y Mario Ramírez. Todos ellos, menos uno, muertos de noche. Muertos secretos en el agua estancada de la mala memoria colectiva. No hay cronistas oficiales a quien echarle la culpa, y de los pocos escritores que ha dado la ciudad no vale la pena citar a ninguno. Todo este paradójico vacío, y hago una paráfrasis de la periodista madrileña, María Antonia Sánchez-Vallejo, engorda el marasmo y no queda más que la urgente necesidad de reinventarse. O por lo menos que alguien haga el maldito favor de recordarnos lo que vale la pena recordar. Hablo de pintura. Hablo de Virgilio Gómez. Del grupo de lo 5.

Hace casi medio siglo algunos de ellos fueron excomulgados –en anónima ausencia– por la Iglesia Católica debido a unas pintas que habían realizado en las fachadas de la Babilonia moderna... moderna pero tan vieja, tan ramera y pederasta como siempre. ¿Acaso no fueron estos los inicios del movimiento artístico callejero en Oaxaca? No sé si esto pueda valer o tomarse en cuenta para los términos de la historia de la pintura en Oaxaca (es un decir porque, claro, nadie la está registrado). Estoy seguro que no fue tampoco por un afán de protagonismo. Ese diablillo hemorroidal es bastante actual. Aquellas enigmáticas pintas hicieron que la chusma participara deliberadamente en el primer acto socio-poético de la pintura en Oaxaca.

De igual manera puedo referirse a ese memorable acto polifacético (a la manera de un happening) que Virgilio llamó Cinético Efímero Integral. Era 1970. ¿Fue también acaso el inicio de los performances en el contexto histórico del arte en Oaxaca? Como quiera que sea fue la primera vez que una manifestación de arte generó como tal, provocación, asombro y posibilidad. Hoy día, hasta personajes como Leyva queman una rueda catarina y en la acera de los bobos aplauden hasta el bochorno.

Años después de marcar el camino con lumbre, Virgilio Gómez decidiría mudarse al Perú. Los antecedentes que pudo fundamentar en lo relacionado a la pintura -y de un buen modo, en la política- sirvieron como piedra de ángulo a gente como Francisco Toledo.

Difícil es hoy reconocer, admirar, la pintura de Virgilio. No ha perdido un ápice de su fisonomía estilística, de su identidad provenientes de un hombre que dejó a mitad del camino que la pintura se relacionara necesariamente con su hábitat social y político. Esto siempre es digno de reconocer, es decir, que el propio autor supere los despechos y decepciones de los tiempos que en sentido político le toque vivir. Lo digo, más bien, porque es sumamente difícil encontrar más de tres pinturas reunidas del artista en algún lado. Lo mismo sucede con Liborio Navarrete, León Zurita (aunque este tiene su lugar propio en San Bartolo no hay promoción que conduzca a él).


En las pinturas de Virgilio que podemos apreciar en la primera sala “percibimos el abandono de los formatos tradicionales –como escribió Juan Acha de uno de los homólogos de Virgilio Gómez, José Tola, pintor peruano, por cierto–. Las siluetas irregulares reflejadas en la mayoría de los trabajos de Virgilio muestran, a la manera de Tola, “un dinámico contrapunto de formas y colores que, en términos semióticos, acentúan la composición” que el receptor se encarga de dilucidar. Dice Acha de Tola: «La “ternura” se ha tornado belleza rítmica y los colores se han encendido sin devenir ornamentales: son dinámicos más que bellos o bellos por dinámicos». Observen ustedes más detenidamente las pinturas de Virgilio. La belleza rítmica extiende los vínculos con el gusto sereno y dominado del artista. Si acaso hay un gesto de espanto tras el primer golpe de vista no es para fines de horrores subjetivos ni la casualidad de diablo. La dramaticidad lograda en unos cuantos trazos hablan de un pintor versado en conjuntar causa y efecto como elementos estructurales o configurativos. De ahí la emoción y todos los enigmas que la simplicidad confiere después de pasar 50 años de la vida pintando día con día.

Simple y profundo. Esos dos elementos que nos dejan en el desconcierto. Eso era su pintura, pero ¿qué realmente quería expresar Virgilio con su obra? Es cierto que falta un libro que relate la crónica de su vida y labor artística. En este momento, no obstante, creo que estamos cerrando el círculo que él mismo con pincel en mano y el lienzo en blanco diera inicio con el primer día de su muerte. Tal vez sus profusas grafías, sus colores con los que definía los rostros y sus vértigos fueran la forma de arrojar al abismo su potencial sentido de la vida.

El hombre nacido de mujer –dijo el patriarca Job– es de vida corta y está harto de agitación. A semejanza de una flor ha salido y es cortado, y huye como la sombra... El hombre pone fin a las tinieblas, y hasta en lo más profundo excava las piedra escondidas en densa oscuridad.

martes, 15 de mayo de 2012

Virgilio en nuestro recuerdo (Un testimonio)

ARMANDO ARTEAGA

Mayo de 2012. Lima, Perú.- Fue una suerte conocer en Lima al pintor mexicano Virgilio Gómez Ramírez.  Desde el primer día hablamos de Oaxaca.  Me parece que me tomó más confianza cuando le dije que “La llorona”  (esa canción que sabía casi desde niño) debería ser el himno nacional de México.  Es que en mi caso, soy casi medio mexicano desde la juventud en que estuve muy interesado por la poesía mexicana.  Vigilio me escuchaba muy atento, sus ojos brillaron cuando dije: Jaime Sabines.  Es que era  un indio -dijo Virgilio- .  Luego dije, Rulfo, otro indio –me replicó-.  Luego dije: Octavio Paz, - güero, -exclamó-.  Ese día hablamos de todo, especialmente de pintura, del muralismo mexicano: de Diego Ribera, de Siqueiros, de Frida, de Tamayo.  De Tamayo lo deje hablar, dijo muchas cosas bellas sobre Tamayo.  Y al final hablamos también de Toledo, de Vicente Rojo.   Y desde allí nos hicimos amigos para siempre.
Debe decirles, querido hermanos de Oaxaca, que nuestro Virgilio la pasó de la “pitri-mitri”  por acá en el Perú.  Se sentía a gusto, por eso se quedó tanto tiempo.  Claro que al final cuando le sucedió el acontecimiento de su muerte, Virgilio ya preparaba maletas.  Con Virgilio viajamos varias veces por el interior del país, en especial a la región serrana de Apurímac.  Ustedes,  hubieran visto al maestro Virgilio enseñándole pintura en su taller a los niños,  hijos de los campesinos.  No solo eso.  Y también, con Virgilio,  hicimos un Taller de Pintura acá en Lima, para niños de estas zonas de barrios marginales.  Era un maestro nato, tenia mucha paciencia para enseñar, y gozaba mirando las pinturas que hacían los niños.  Me comentaba con una sola palabra al mirar esas pinturas que hacían los niños: Klee, Miro, Kandinski, Saura, -decía Virgilio-.  Se suponía que eso motivaba  con mayor fluidez nuestra dialogo de amigos.
Virgilio Gómez, el maestro, el  arquitecto, el pintor, era un hombre de muchas bondades.  Tenía una inmensa cultura y un gran sentido del humor.  Tal vez por eso nos hicimos amigos. Hizo por acá varias exposiciones.  Yo asistí a casi todas las exposiciones que realizó, la mejor fue la que hizo en La Yacana, un café que queda en el Jirón de la Unión.  Yo siempre lo veía muy ocupado, hasta cuando nos divertíamos saliendo a comer o a beber algo por allí.  Siempre soñábamos haciendo proyectos.  De diez que hacíamos mentalmente, por lo menos realizábamos cinco. Era muy perfeccionista en su trabajo.  Muchos domingos me visitaba, venía a mi casa, conversábamos largo rato, me mostraba sus pinturas.  Y el seguía visitando a los amigos que tenía por toda la ciudad.  Era muy amiguero. Sabia llevar amistad con pintores, actores, escritores, pero también con la gente sencilla de la calle: los vendedores de periódicos, los ambulantes, y hasta los policías. Todas sus anécdotas le servían después para pintar o escribir.  Sabemos que escribió acá en Lima ese libro: “los zopilotes volaron por el cielo de Lima” (tenía ese titulo, sino recuerdo mal).
Quería decirles con estas palabras coloquiales,  que brotan del sentimiento de amistad que tuve con Virgilio, hago votos para que la “memoria” que nos queda acerca de Virgilio siga en aumento. Me emociona esta “Exposición” que están realizando en Biblioteca Henestroza sobre la obra de Virgilio, para que las nuevas generaciones conozcan, disfruten,  y discutan la obra que dejó el maestro Virgilio para la grandeza de la pintura mexicana. Estoy con ustedes en esa celebración, y espero estar en otras más.  Mi corazón está con ustedes y también con Virgilio.  Les digo desde ya que he digitalizado un video donde está Virgilio enseñando pintura a los niños, son cuatro lecciones en cuatro respectivos sábados.  Tengo más videos del viaje de Virgilio por Apurímac, voy a digitalizarlos también.  Espero alcánzales pronto este material, y es bueno recopilar así más testimonios. 
Saludo con mucha alegría,  y cariño,  este esfuerzo por volver a poner en la memoria la obra de Virgilio Gómez Ramírez, gran pintor mexicano que vivió acá en Perú.  Abrazos para los amigos de Virgilio en Oaxaca, que desde ya,  son también mis amigos.

Entrevista con Francisco Toledo

Virgilio Gómez "me contagió su gran admiración por la
belleza de la ciudad de Oaxaca"

·         “…en el Instituto de Bellas Artes, donde inicié mis estudios de pintura en compañía de otros destacados alumnos, entre otros Virgilio Gómez, quien influyó mucho en mí, ya que me contagió su gran admiración por la belleza de la ciudad de Oaxaca y me convenció de que había que luchar por conservarla.”
Por: Consuelo Gutiérrez  / México Desconocido


Es modesto e introvertido y trata de pasar lo más inadvertido posible, aunque pocas veces lo logra, ya que su delgada figura y su rostro moreno de facciones finas han llegado a ser familiares para la mayoría de los oaxaqueños y para los extranjeros que frecuentan la cafetería del Museo de Arte Contemporáneo, o la del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), con la esperanza de ver al maestro y, de ser posible, estrechar su mano.
La fama no ha hecho cambiar la forma de pensar ni de vivir de Francisco Toledo; tampoco su manera de vestir: él continúa usando camisa y pantalón de manta. Mientras el mundo que lo rodea trata precisamente de destruir, o al menos de cambiar, su patrón de vida por uno que no tiene nada que ver con el buen gusto y cultura tradicional del indígena oaxaqueño, él ha logrado conservar su vida austera y carente de pretensiones.
Accedió gustoso a narrarnos algunas etapas de su vida, permitiéndonos llegar así a lo que nos interesaba: el ser humano, ya que del artista se escribe con frecuencia.
Por fin, iniciamos la entrevista. El maestro, con un gesto de sorpresa, nos preguntó: "¿así nada más?", esperando quizás que sacáramos de nuestros bolsos el equipo que se supone deben traer siempre las entrevistadoras. Sin embargo, ya había sido advertida de que al maestro no le gustan mucho las grabadoras, lo que, dicho sea de paso, me alegró muchísimo, pues no quería restarle espontaneidad a la entrevista.

FRANCISCO, NOS GUSTARÍA QUE HABLARAS DE TU INFANCIA.

Nací en Juchitán, Oaxaca, en una familia de siete hermanos y en medio de una polémica entre dos familias que tenían puntos de vista políticos diametralmente opuestos. Ambas vivían luchando sin darse tregua. Mi abuelo, cansado de esta situación, decidió mudarse con toda la familia a Ixtepec. Pasados algunos años, mis padres resolvieron ir a buscar fortuna a Minatitlán, Veracruz, en donde pasé los primeros años de mi vida.

¿DESDE ENTONCES TE GUSTABA LA PINTURA?

Sí, tanto que en cierto momento mi padre tomó la decisión de enviarme a estudiar a Oaxaca, sobre todo cuando se dio cuenta de que en nuestra casa ya no quedaban muros donde pudiera seguir dibujando.

¿HÁBLANOS DE TU VIDA EN LA CIUDAD DE OAXACA?

Los estudios secundarios en Oaxaca incluían como materia obligatoria arte y los alumnos podíamos escoger entre pintura, escultura, música, cerámica o danza. Fue aquí, en el Instituto de Bellas Artes, donde inicié mis estudios de pintura en compañía de otros destacados alumnos, entre otros Virgilio Gómez, quien influyó mucho en mí, ya que me contagió su gran admiración por la belleza de la ciudad de Oaxaca y me convenció de que había que luchar por conservarla. Desde entonces y hasta hoy, apoyado por un grupo de ciudadanos oaxaqueños reunidos en la Fundación Pro-Oax, he luchado por salvaguardar el patrimonio histórico, cultural y ecológico del estado.

 

¿CUÁNDO TOMASTE LA DECISIÓN DE IRTE A RADICAR A LA CIUDAD DE MÉXICO?

Después de varios intentos por pasar de año, mi padre determinó que lo mejor era que continuara mis estudios en la ciudad de México. Fue allá donde, en 1957, gracias a la recomendación de Roberto Donís, logré ex- poner por primera vez en la prestigiada galería de Antonio Souza. Y, en 1959, expuse por primera vez en Estados Unidos.

¿CUÁNDO Y POR QUÉ OPTAS POR IRTE A PARÍS?

En 1960 decidí viajar a Europa. Primero llegué a Roma y posteriormente me trasladé a París. Tenía dinero para sobrevivir unos seis meses; sin embargo, mi empeño era quedarme el tiempo que fuera necesario, ya que en aquel entonces se concentraban en París los grandes pintores e intelectuales de la época.

 

¿CÓMO FUE TU VIDA EN PARÍS?

Como la de la gran mayoría de los artistas escasos de recursos: muy solitaria y muy dura. Sin embargo, tuve gran suerte en conocer al maestro Octavio Paz, quien consiguió que me admitieran en la Casa de México, asegurándome así un techo. Por esa misma época conocí a Rufino y Olga Tamayo, quienes me trataron como a un hijo. A él le gustó mi pintura y me ayudó a venderla. Olga, por su parte, trató siempre, con su afecto, de hacerme sentir en casa, lo que hacía mucho más llevadera mi soledad y nostalgia por mi país.

¿FUE EN PARÍS DONDE LOGRASTE ENCONTRAR UN ESTILO PROPIO?

No, de ninguna manera. Siempre tuve un estilo propio que logré conservar a pesar de las rígidas normas establecidas por los maestros de la academia; normas que tuve que aprender, pero que rompí de inmediato cuando abandoné la ciudad de Oaxaca. En París me alimenté de todo lo que veía a mi alrededor: museos, esculturas, pinturas, jardines, que sirvieron para enriquecer mi mente y mi obra.

¿CUÁL FUE LA PEOR EXPERIENCIA QUE VIVISTE EN PARÍS?

El regreso a México de mis mejores amigos, Olga y Rufino Tamayo, dejándome muy solo y desprotegido. Sin embargo, antes de partir, Rufino se preocupó de convencer a Rafita Ussia de que me diera una beca a cambio de algunos de mis cuadros. Debo confesar (nos dice riendo Toledo) que cuando la señora Ussia vio mi obra, me dijo muy seria: "que mejor no le diera nada".
Otra fue un intento de expulsión de la Casa de México por parte del director. Tan injustificada era esta medida, que la mesa directiva y los residentes impidieron mi salida, aunque también la entrada al plantel del entonces presidente de México Adolfo López Mateos, quien se encontraba de visita oficial en París.
Finalmente, por este motivo, me vi obligado a buscar otro lugar para vivir, gracias a unos amigos encontré la buhardilla de una galería de la Rue Du Bac, que carecía de baño y de calefacción, lo que hacía mi vida difícil, sobre todo durante el invierno. Sin embargo, fue en esta época cuando logré exponer por primera vez en la galería Karl Flinker, con éxito y buena crítica. A esta exposición siguieron otras en Suiza, Londres y Estados Unidos, todas con el mismo éxito.

¿POR QUÉ RAZÓN, TENIENDO YA ÉXITO EN PARÍS, DECIDES REGRESAR A MÉXICO?

Después de viajar durante cerca de cuatro años por Europa, con dinero que gané de la venta de mis cuadros, invité a mi padre. Su presencia me alegró mucho, pero al mismo tiempo me provocó una insoportable nostalgia por mis raíces juchitecas, factor decisivo para mi regreso.

¿CÓMO TE ENCONTRASTE EN JUCHITÁN, LUGAR EN EL QUE HABÍAS PASADO MUY POCOS AÑOS DE TU VIDA?

Muy bien, A mi llegada, lo primero que hice fue recuperar el idioma zapoteco; poco tiempo después me casé y tuve mi primera hija.
Mi pintura se transformó, según yo, para mal, pues trataba de recrear todo mi entorno familiar: la zapatería de mis tíos, la matanza y los artículos que veía en los catálogos de la tienda. Más tarde decidí mudarme a Teotitlán del Valle para hacer tapices con mis propios diseños e intentar algunos cambios en los diseños y en los colores tradicionales.

¿EN QUÉ AÑO REGRESAS A PARÍS?

En 1968 conocí a Elisa Ramírez, quien había llegado a Oaxaca huyendo de la persecución de Tlatelolco. Elisa y yo vivimos un tiempo en París, pero fueron tiempos muy difíciles, así que decidimos regresar a México, donde nacieron nuestros hijos Laureana y Jerónimo.
De regreso a Juchitán, compramos unas tierras y construimos una casa junto al río. En esta época prácticamente abandoné la pintura para dedicarme a sembrar mis tierras con árboles de tamarindo (que por cierto nunca se dieron), a recorrer el Istmo de Tehuantepec y fundar la Casa de la Cultura.

¿CUÁNDO DECIDES VOLVER A PINTAR?

Cuando regresé a la ciudad de México. Fue entonces que realicé varias exposiciones en las galerías Juan Martín, de Arte Mexicano y Misrachi; también comencé a trabajar cerámica, que expuse en la Galería López Quiroga.

¿TIENES PREFERENCIA POR ALGUNA DE TUS PINTURAS?

No. En realidad tengo únicamente los recuerdos que ciertos cuadros traen a mi memoria, pero no tengo preferencia por ninguno.
Con esta última frase el maestro Francisco Toledo da por terminada la entrevista quedando, en nosotros una profunda admiración por este hombre sencillo, que no sólo es uno de nuestros más grandes pintores, sino un ser humano increíblemente generoso, preocupado por el bienestar de los indígenas oaxaqueños y por la preservación de nuestro patrimonio histórico y cultural.

http://www.mexicodesconocido.com.mx/entrevista-con-francisco-toledo.html

jueves, 10 de mayo de 2012

Deben los jóvenes conocer la obra de Virgilio Gómez: CARLOMAGNO
Fortino Torrentera / Adiario
23 de febrero de 2006.- Para el artista Calomagno Pedro Martínez, la pérdida de Virgilio Gómez Ramírez tiene una gran relevancia, no sólo por su aportación en las artes plásticas locales, sino porque hará falta su aguda critica al quehacer artístico de Oaxaca.
Asimismo, se pronunció para que se emprendan acciones a fin de que las nuevas generaciones conozcan la obra y trayectoria del artista oaxqueño recientemente fallecido a fin de revalorar sus creaciones.
El también fundador y Director del Museo estatal de Arte Popular señaló: “Considero que es una pérdida irreparable, un hombre tan valioso como lo fue Virgilio, no sólo por ser su amigo, sino por ser un hombre con una visión imparcial.
“En la cuestión de las artes plásticas, recuerdo que en aquellos años, por los ochenta, empezaba el movimiento de las galerías, dando una aportación importante al arte con sus innovaciones, aunque incomprendido. La gente no le entendía como en una ocasión en que se presentó una instalación en los bajos del Teatro Macedonio Alcalá, en la que irrumpió con su propuesta”.
El reconocido ceramista y artista plástico nacido en San Bartolo Coyotepec, recuerda a Gómez Ramírez y sus participaciones que fueron llamadas “Las conferencias del mitote”, donde puso en evidencia a varios artistas que hoy gozan de prestigio, fama y fortuna.
Trajo al recuerdo alguna de las conferencias donde Virgilio Gómez se contrapuso a algunos halagos que entonces hacían Raquel Tibol y Teresa del Conde con el gran pintor oaxaqueño de quien dijo también había cometido pecados técnicos.
Virgilio, apuntó Pedro Martínez, tuvo muy claro y conoció de cerca cómo se empezó a gestar el movimiento plástico en Oaxaca y cómo se legitimaron algunos, pero también como se marginaron otras expresiones fuera de lo convencional.
“Realmente fue un personaje muy especial en el arte de Oaxaca y en lo personal me ayudó mucho siempre me apoyaba con su crítica directa de mi trabajo, me estimuló a seguir trabajando en la cerámica y en el grabado, lo que me ayudó a entender el trabajo que tenía que desarrollar”.
Recordó que lo conoció a mediados de la década de los ochenta gracias al maestro Enrique Audiffred, iniciando una gran amistad, que en una de las últimas visitas que hizo a Oaxaca, estuvo en el museo que hoy dirige Carlomagno.
En términos reales, puntualizó Carlomagno, “representa una pérdida irreparable para el movimiento artístico de Oaxaca y sería conveniente hacer algo para que las nuevas generaciones conozcan su talento y revaloren el trabajo que desarrolló a lo largo de su trayectoria.”
Asimismo, fue un impulsor de maestros artesanos que incluso expusieron en el extranjero, precisamente en colaboración de los hermanos Miguel y Enrique Audiffred, poniendo muy alto el nombre de Oaxaca en el mundo de las artes.

lunes, 7 de mayo de 2012


Una pena que autoridades de cultura olviden al maestro Virgilio Gómez: Alejandro Filio

*No me preocupan las mafias culturales; los jóvenes artistas deben buscar alternativas para destacar y trabajar libremente, dice el artista plástico
Ernestina Gaitán /Crónica de Oaxaca
Martes, 07 de Diciembre de 2010
Oaxaca de Juárez.- Discípulo de artista plástico Virgilio Gómez y con 20 años de dedicarse profesionalmente a la pintura, Alejandro Filio Rodríguez se considera un creador libre a quien no le interesa comercializar sus obras, sino solo trabajar arduamente porque el reconocimiento llegará solo como consecuencia de su entrega, dijo.
En entrevista señaló que si en el mundo artístico se habla de mafias, debe haberlas, pero que al final de cuentas, al creador o quien ejerce el oficio de la pintura, como él, es un trabajador con un oficio libre que además le permite desarrollarse como persona. Dijo que se dedica unas 10 horas a trabajar y no se ha puesto a pensar en ese tipo de grupos.
“No me ha preocupado ese tipo de gente. Yo sé que trabajando arduamente y creando cosas que sean interesantes conceptualmente y a la vista, el reconocimiento vendrá solo y es algo que no persigo”.

-¿Quién fue tu maestro y cuáles son las técnicas que utilizas más?
Mi maestro fue Virgilio Gómez. El me dio la pasión que tiene el papel, el óleo y el acrílico. Actualmente trabajo con acrílicos sobre papel. Fue mi maestro en su taller de la Colonia América por los años 1990.
-Virgilio Gómez parece que está olvidado por las autoridades culturales del estado de Oaxaca.
Es una pena. Con mucha pena tenemos que aceptarlo, pero en nosotros esta el poder difundir su obra a través de lo que hacemos desde nuestra pequeña trinchera, fomentar su obra porque no solamente fue influencia mía, sino de grandes maestros. A su muerte, en alguna carta que escribió el maestro Francisco Toledo, lo colocó como su influencia.
“Puedo decir que él ha sido gran influencia como lo fue de muchas personas como yo. Fue un hombre que se mantuvo lejos de los reflectores, por eso en mi exposición “Visión es Alejandro Filio” le rendí un pequeño homenaje a su figura y lo hice en el juego de texturas de mucho color, en el trabajo con las formas humanas y animales.


-¿Qué les dirías a los jóvenes pintores?

El talento oaxaqueño es inmensurable y yo lo único que puedo decir a las personas que tienen el talento y que no están en un momento dado bien definidas hacia tomarlo o no ejercerlo, que se den la oportunidad de pintar y que lo expongan, porque solamente así la gente puede, en un momento dado, reconocer tu trabajo. Se crea un círculo vicioso en donde el reconocimiento te motiva y así sigues pintando, sigues creciendo y así vas haciendo un mejor trabajo como pintor”.
Una de las exposiciones de este año fue en enero en los pasillos del Palacio Legislativo de San Raymundo Jalpan. Consistió en diez acrílicos sobre papel en donde magnificó la conformación de la persona y el animal. Mostró las dos caras del ser, por fuera el semblante alegre y gracioso e internamente los conflictos que le abruman.
Algunas de las obras expuestas fueron: Arlequín, Libélulas, Tótems, Los zancudos, Escarabajos, Tú y yo, Entre rosa y uva, Arlequín dos y otras que pueden apreciar en el corredor de la planta baja del edificio de cubículos de diputados del palacio legislativo.
Alejandro Filio como se firma, vende sus obras en trato directo con el comprador, a través de su representante y esposa Carmen Galván. Esto les permite relacionarse con quienes adquieren sus obras, porque son quienes valoran su trabajo y “gracias a ellos tenemos la fortuna de tener gran presencia sin estar en una galería o en un museo”.
En Oaxaca ha expuesto en las mejores galerías, así como en el Congreso del Estado, el Hotel Camino Real, la Galería del ISSSTE, el Café La Olla y en “Arlequines” Villa Isabela, sitios donde solo expone para venta, no las dejan a consignación, de esta manera, los compradores conocen la obra y la adquieren.
Fuera del estado su obra ha sido exhibida en Polos Fine Art Gallery, Galerista Rocío Hoffman, Blvd. Popotla, Tijuana, México, Jett Gallery, San Diego, California, “Bazar Ángel Uriel”, Zona Rosa. “Plaza del Ángel”, Galerista José Luis Álvarez Vélez, Galería Martini, Lomas Prado Norte, Galerista Martín Quiñones, “Plaza Bosques” Bosques de las Lomas, “Stanza” Galerista Ángela Vargas, entre otros sitios.

sábado, 5 de mayo de 2012

Virgilio Gómez o el genio de Oaxaca
Leo ZELADA

25 de enero de 2011. Oaxaca. México.- Conocí al pintor mexicano Virgilio Gómez en las aceras de Quillca y las calles del jirón de la amargura fue nuestro común infierno.
Me dijo que era pintor y que amaba el centro histórico de Lima. Aquel día bebimos de una botella de licor de origen dudoso pero de contenido letal, de esas que abunda a precios baratos en las bodegas para marginales por los alrededores de la plaza Francia.
Me acuerdo que hablamos de poesía y de México y su entrañable Oaxaca. Nunca había visto un pintor tan ligado a la vida bohemia con la autenticidad de Virgilio.
Me acuerdo que siempre que nos encontrábamos me sorprendía con algunas hallazgos mágicos que hacia por las librerías de la avenida Camana, algunas primeras ediciones, catálogos de desconocidos artistas plásticos u obras de autores mexicanos que yo desconocía.
Me decía que le gustaba contemplar los balcones coloniales, las grietas en el asfalto y el aroma de las páginas de los libros antiguos.
El era un viejo cascarrabias, le encantaba dar la contra siempre en nuestras eternas conversaciones que teníamos en El Averno (Bastión de la contracultural limeña).
Tal vez ese carácter polémico era solo una impostura que tenia para provocar en nosotros una actitud critica permanente y no dejarnos impregnar con la opinión conformista que abundaba en el circuito cultural, no lo se, o quien sabe, solo era la expresión de su atormentado laberinto interior que fluía en sus lucidas e irreverentes palabras.
Es un maestro decía para mis adentros, un genio de la oscuridad. Alguna vez tuve una discusión con él y nos dejamos de hablar varios meses, mas luego un día de repente volvimos a conversar como si nada hubiera pasado y nuestra amistad continuo incólume a pesar de nuestras fuertes y conflictivas personalidades.
Yo siempre le animaba a hacer una exposición individual de sus últimos trabajos, pero el me decía que no le interesaba mostrar su arte en las galerías, que si alguna vez volvía a exponer sus cuadros lo haría en un lugar donde se sintiera augusto y la gente común y corriente a la que el amaba pudiera apreciarla sin mayor ceremonia.
Era un autentico maldito. Empero era de una sencillez y desprendimiento que no es común ver entre los artistas, ya que participó en muchas colectivas y proyectos artísticos con jóvenes pintores.
Ahora me encuentro en Madrid y me he enterado de su deceso y no puedo dejar de sentir tristeza y rabia de ver como otro gran artista latinoamericano es solo reconocido a su muerte. Ironía de la vida, la muerte “Aquella implacable mujer que lo acompaño fiel por las esquinas y bares tratando en vano de alcanzarle”, lo ha tomado para si.
No obstante la parca paradójicamente lo ha acercado a nosotros, a la grandeza de su pintura, a la inmortalidad de sus palabras y al corazón de sus discípulos que hoy esparciremos sus cenizas por todos los rincones del mundo donde se merece estar su genial obra.
Un abrazo Virgilio, viejo cascarrabias entrañable.

lunes, 30 de abril de 2012

Formó el “Grupo de los Cinco”, que a la postre fue un grupo de vanguardia
Kareen Spano

19 de Marzo de 2006
De la generación del 50, catalogado por el maestro René Santiago como el pintor de la sencillez, de la línea y el sentido del color, Virgilio Gómez Ramírez falleció el pasado 31 de enero en la Ciudad de Lima, Perú, en donde vivió los últimos doce años.

Originario de La Paz, Loxicha, Oaxaca, Virgilio Gómez nació el 16 de mayo de 1936, tenía 69 años. Realizó sus estudios de pintura en la Escuela de San Carlos y en La Esmeralda en la ciudad de México.

En los años cincuenta se integró a la primera generación de pintores de la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca y junto con los maestros Liborio López Navarrete, Mario Ramírez, Jaime Hernández, Teodoro Velasco y Filiberto Heredia formó el “Grupo de los Cinco”, que a la postre fue un grupo de vanguardia en todas las disciplinas de las Bellas Artes, pues se integraron personajes dedicados a la danza, el teatro, escritores, directores de cine; los cuales conformaron un amplio grupo de más de treinta elementos, en el que encontramos a Enrique Audiffred, Raymundo Villalobos, Luz María Lagunas, Francisco Toledo y otros.

Virgilio Gómez fue un creador y un incesante buscador de nuevas formas para plasmarlas en su trabajo plástico, escultor, ceramista; un maestro para toda todas las generaciones de los cincuenta, sesenta y setenta.

No podemos olvidar su militancia dentro de la izquierda y su amor por Oaxaca, fue el guía para muchos de los visitantes de nuestro estado, él fue quién les abrió los ojos para ver nuestra esencia a través de nuestras riquezas tangibles e intangibles, amigo de los buenos mezcales y de la buena mesa.

Nuestro amigo ya fallecido el maestro René Santiago, alguna vez escribió:
La recia y definida personalidad de Virgilio Gómez significa un contrapunto en el desarrollo de la historia de la pintura mexicana. Amplio conocedor de la magia del color y de las caprichosas formas que conforman su obra; académico primero y como Picasso, después rompe la tradición para unificar su obra ante sugerencias a veces abstractas y de un colorido un tanto uniforme y concreto, lo cual define su estilo y enmarca, su amplia trayectoria.

Las formas que maneja nos recuerdan improntamente – claro, sin que haya influencia de Jackson Pollock- sugiere una retórica de forma y condensación de color. La aventura de Virgilio es un comprimido de experiencias por el amplio recorrido de la memoria; esa riqueza de experiencias propias y ajenas se adhieren en su obra con su propia libertad de pintor.

Hace más de treinta años conocí a Virgilio Gómez, vivía entonces en una agradable casa en San Luis Beltrán, aquí en Oaxaca. Recuerdo de aquella época que su obra, ya hecha, pulida ya, sugería lo que se ha dado por llamar “arte orgánico”; fantasías de generosas pesadillas que hicieron posible aquellos muros de adobe, paredes maestras de las casas abandonadas o sin el menor mantenimiento y presas de la humedad cansada por las intensas lluvias que reciben la cifela; muros espectaculares de extraño colorido, pero al mismo tiempo plenos de un cromatismo conciso que en lo mínimo rompe las reglas de la teoría del color.

Desde entonces, estaba allí la Marcha de Virgilio, el número implicaba ya seria responsabilidad del espectador. Es atrevido pero lo digo: Los valores táctiles habían huido, para incursionar al artista no precisamente en lo abstracto como pintura, sino abstracto como imagen, esto es, el contexto del pensamiento de quien percibe el sentimiento de las formas y de los colores.

El trabajo constante de su época académica –sin comprometer al pintor- repito, me recuerda la vida plástica de Picasso. He visto infinitas veces los trabajos del pintor de los Saltimbanquis en su primera fase y luego, años adelante sus composiciones que, junto con Braque hicieron el cubismo.

Virgilio Gómez pasó por esas etapas que todos los pintores serios, concientes, asumen con su tiempo que les tocó vivir. Virgilio logró cuando menos lo esperaba, la sencillez de la línea y el sentido del color: aparte, claro está, de su viaje por Sudamérica desde hace ya varios años; el conocimiento de esas antiguas historias del arte de nuestro continente, lo reafirmaron y lo condujeron al estado actual.

Ahora en plena madurez sigue luchando por encontrar otros mundos fantásticos dentro de su singular eje. Tal es el pintor.

Por otra parte, Francisco Toledo reconoció siempre la influencia que Virgilio ejerció en él, al declarar en una entrevista: “fue en el Instituto de Bellas Artes, donde inicié mis estudios de pintura en compañía de otros destacados alumnos, entre otros Virgilio Gómez, quien influyó mucho en mí, ya que me contagió su gran admiración por la belleza de la ciudad de Oaxaca y me convenció de que había que luchar por conservarla. Desde entonces y hasta hoy, apoyado por un grupo de ciudadanos oaxaqueños he luchado por salvaguardar el patrimonio histórico, cultural y ecológico del estado”.

Hoy el maestro Virgilio Gómez Ramírez ya no podrá más trazar líneas ni jugar con el color, pero regresará, regresará con nosotros en unos días, para quedarse para siempre en esta ciudad que nunca vio y reconoció la grandeza de su espíritu de artista.

Noticia extraída del Diario El Imparcial de México el dia 13/02/2006

 

Saludo al Perú

(Bolero)
Texto: Virgilio Gómez Ramírez, 1995
Música: Luis Salazar Orsi, 1995

Vengo a atar lo que estaba desatado.
Vengo a oír la marea de las piedras,
de los ríos increíbles de agua,
de lágrimas y de rocas.
A eso vine,
a oler la fragancia marina
de tus vértices, Perú.
Y si no lo pudieras creer,
pregúntaselo a las tierras heladas,
a las piedras mojadas,
y a la arena
sobre la que he dormido
Aquí, aquí en el Perú.
A eso vine,
a atar ese pequeño nudo
de alegría y dolor,
que nos une.
Piedra contra piedra,
palabra contra palabra,
para hacer otro mundo.

sábado, 28 de abril de 2012

Estimados amigos


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En meses anteriores comentamos con ustedes sobre la intención de realizar un sencillo pero sentido Homenaje a Virgilio Gómez, amigo cercano de todos nosotros y hombre de vanguardia aún en estos tiempos.
Después de peregrinar por distintos lugares solicitando apoyo para consolidar este anhelo, la Biblioteca Henestrosa a través de su director Freddy Aguilar Reyes nos abrió las puertas facilitándonos las instalaciones y apoyo logístico para la realización de este HOMENAJE al amigo, al hermano, al artista, al Maestro Virgilio.

El día miércoles 16 de mayo a las 19 hrs. será el día indicado en vista de que se trata de su natalicio número 76.


La idea es recordarlo a través de las palabras de sus amigos cercanos, celebrarlo con teatro y música y conocerlo como artista para quienes no le conocieron presentando una pequeña muestra de su obra pictórica que será coloca en los corredores de la Biblioteca.
Esta pequeña exposición solo será posible si la OBRA de Virgilio, con la que tú cuentas la puedas facilitar para exhibirla durante un mes en la Biblioteca Henestrosa con la seguridad de contar con el resguardo necesario por parte de la Biblioteca.

Te pedimos de ser posible puedas tú mismo llevarla a la Biblioteca Henestrosa ubicada en Porfirio Díaz 115 esquina Morelos a fines del mes de abril  o bien nos indiques en donde y el día en que podemos pasar por ella.

Agradecemos tu granito de arena para recordar a Virgilio Gómez

Adrián Gómez tel.-132 74 22
Lucía Cordero tel.- 520 38 25 (26)
 o
Entregar las obras en la Biblioteca Henestrosa con Jorge Velázco de 9 a 3 p.m.