Virgilio GÓMEZ: Una vida de Pintor
(Oaxaca, 1936-Lima, 2006)
Por Armando Arteaga
Lima, Perú.- Siempre pensé que Virgilio Gómez fue un pintor que solo quería vivir para pintar, nada más que pintar en la vida, y al pintar la vida con todos sus problemas: ponerle líneas y colores.La pintura era su pasión, y él tenía una manera muy particular de observar la vida a través de su propia pintura.Virgilio Gómez Rámirez, pintor mexicano, nacido en Miahuatlan, Oaxaca (16-04-1936), perteneció a la Generación del 50 y se le consideró maestro representativo entre los sucesivos pintores del 60 y del 70, en el contexto latinoamericano. Acaba de fallecer acá en Lima (29-01-2006). Y logró construir entre nosotros un sentimiento de admiración, y hacer el trazo de aquel bello puente de la permanente amistad entre la cultura mexicana y la peruana. Se ha convertido en un pioner, y también en un símbolo representativo de esta unidad cultural.A Virgilio le gustaba pintar lo que se le ocurriera sin ningún otro compromiso que esa fuerza por lograr las "pinturas totales", buscando la libertad expresiva del sentimiento vital, que expresaban la rapidez del pincel, dejando la huella de la permanencia o de la armonía encontrada en el cuadro, papel o lienzo, y la presencia de las líneas y los colores, rompiendo con los tradicionales conceptos del espacio y el vacío, las texturas y las superficies, las figuras y las sombras, y la impecable composición. Conocía a la perfección las reglas de la pintura clásica y los impulsos de la vanguardia.
Hombre de una cultura integral, reservado muchas veces para no emitir conceptos desacertados cuando se trataba de hablar de pintura. Siempre buscando los libros precisos, las fotografías olvidadas, las imágenes congeladas por el sabio tiempo humano, o algún detalle excepcional de la arquitectura local limeña y andina que lo embriagara, y lo remitiera a su indispensable cuaderno de dibujo (que siempre llevaba consigo), a trazar o a pintar, expontáneamente.No sé còmo hacia para pintar, pero tomaba su retazo de tiempo para hacerlo con elegancia y discreción. Le gustaba pintar lo que a él se le ocurriera, sin ningún compromiso formal que tener para vender el cuadro, cosa que evitaba siempre, pintaba por el solo acontecimiento de pintar, de extraerle belleza al lienzo, al cuadro, o al pedazo de papel sobre lo que el artista le imponía su visión y demostraba la destreza de su oficio. Hacer esto es ya una proeza que muy pocos pueden justificar. Virgilio logró realizar todo esto en su pintura, a un costo muy caro, llevando una vida dura, difícil y solitaria.
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